miércoles, 11 de noviembre de 2009

Microrrelato


El viento movía las hojas de los árboles y el sol calentaba lo justo. Había una cierta tranquilidad que a cualquiera hubiera puesto nervioso. Y ahí estaba yo, enfrentandome al momento que había evitado durante días, semanas y meses, el momento que me impedía dormir por las noches y estar despierta durante el día. Todo se había marchitado inevitablemente y era casi imposible remediarlo... Era el final.

Casi habían pasado nueve meses y nada había tenido sentido, lo intenté con todas mis fuerzas, pero a veces las cosas no salen como uno quiere, incluso salen aún peor. No podía creerme las palabras que oía de su boca, no podía creer sus gestos, su mirada cabizbaja, su tacto frío y distante,¡cómo habían cambiado las cosas!
Lo que empezaba con ilusión, acababa con desolación y yo no era capaz de impedirlo. Me había fallado, me había fallado, me había fallado, y no paraba de repetirmelo en mi cabeza. No había sido capaz de aguantar y me abandonaba sin luchar.

Y así, sin más, la primera lágrima cayó por mi mejilla.

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