miércoles, 2 de diciembre de 2009

Un mundo de locos



Hay muchos días en los que me pregunto si las mujeres somos idiotas, empezando por mi misma. Me explico: que tire la primera piedra aquella que nunca ha deseado cambiar algo de su cuerpo al ver a la clase de maniquíes que se ven en los medios de comunicación. Y es que, por mucho que nos hagamos las tontas, los cánones de belleza nos afectan, y no hay más que salir a la calle para darse cuenta.

Yo misma he sufrido las consecuencias de esta enfermedad en un lugar dedicado a la danza, al que asisto diariamente. Odio a esas personas que te quieren vender la moto, y se muestran amables, pero luego llaman gorda y fofa a cualquiera que no sea un palo. Luego nos extrañamos de oírlas vomitar o de comer sólo un caramelo en el día.
Con muchos de estos comentarios ayudamos a muchas jóvenes a entrar en un infierno del que desgraciadamente algunas no salen.

Por otro lado, están esas glamurosas pasarelas en las que las modelos lucen estrambóticos vestidos sobre cuerpos esqueléticos, a punto de caerse al dar un soplido, y a pesar de algo tan obvio siguen queriendo convencernos de que son de la talla 38...¿se ríen de nosotros? Pues eso parece, ya que la cosa sigue igual o incluso peor.


También me gustaría resaltar el tallaje de las tiendas de ropa para la gente joven. Me imagino que muchas se sentirán identificadas con esto: ¿alguna vez te has probado una talla 38, que es la que normalmente usas, y no te cabía ni el pie? o aún mejor, ¿querías comprarte unos vaqueros de la 40 y te das cuenta que toda la ropa de esa tienda es hasta la talla 38? Pues a mí me ha pasado, y no pocas veces la verdad.

Y es que, no sólo el negocio de la moda, sino toda la sociedad vivimos en un mundo de sueños y fantasía, donde parece que todo vale, y donde es más importante el aspecto que tenga una persona y el tipo de ropa que utilice, que sus capacidades y mentalidad. Lo que me extraña es que no nos hayamos vuelto locos ya.

Así están las cosas y quien no lo ve es porque no quiere verlo. Tendré la esperanza de que la cosa finalmente cambie, haya un poco de cordura y por fin se oigan los gritos sordos de ayuda de las personas afectadas.

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